Hace ya un par de años se publicó en la revista Cerebral Cortex, una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad de Georgetown (Washington) que venía a asegurar que los individuaos que hablan más de una lengua tienen más materia gris en las áreas encargadas de la atención y la memoria a corto plazo que los monolingües debido, fundamentalmente, al control que el cerebro tiene que ejercer para no mezclar ambas lenguas. Es decir, que hablar dos o más lenguas es realmente beneficioso para el cerebro dado que ejercitar de manera continuada esta habilidad cognitiva manifiesta un aumento de la sustancia gris de las zonas cerebrales implicadas. Esto también sucede cuando hablamos de la música y su estudio y ejercicio, dado que se ha confirmado que las personas que realizan esta práctica suelen tenar mayor densidad neuronal tanto en el córtex auditivo como en el motor, sobre todo porque se trata de una disciplina que pone en funcionamiento prácticamente con la misma intensidad los dos hemisferios cerebrales.

Pero volviendo a nuestro tema de hoy, si entendemos que durante el proceso de adquisición del lenguaje intervienen diferentes procesos cognitivos – la memoria declarativa, vocabulario, normas gramaticales, la memoria física o procedimental encargada de la programación de los músculos para la correcta pronunciación y acento – parece del todo lógico que cuanto antes se inicie ese aprendizaje, más fácil y provechoso será para el niño. La controversia está en los modos y maneras de acercarse, por parte de los centros escolares, a esta dinámica. Hay voces en contra de una inmersión lingüística temprana, porque se estima que es desaconsejable para aquellos niños con problemas de aprendizaje, especialmente los disléxicos y con retrasos del lenguaje.
Ante esta afirmación mi pregunta sería ¿Cómo es posible que los finlandeses, suecos, noruegos, daneses, hablen con fluidez asombrosa no solo su propia lengua materna sino el inglés de manera prácticamente bilingüe, amén de algunas otras lenguas como el francés, alemán, español…? Seguramente, el problema no está en el bilingüismo en sí, sino en aquello que se entiende por bilingüe o en la manera de acercarse al mismo.
Un estudio dirigido por Núria Sebastián-Gallés, de la Universidad Pompeu Fabra, y Laura Bosch, de la Universidad de Barcelona, pone de manifiesto que, «(….) hasta los cuatro meses de edad, los niños son capaces de discriminar entre dos lenguas, ya que pueden distinguir las particularidades exclusivas de cada uno de los fonemas. Por eso, en esta etapa, los niños podrían aprender cualquier idioma al que estuvieran expuestos, gracias a la gran plasticidad de su cerebro (…)» . El País. Aminie Filippi. 26/09/2017
Otro Estudio de la Universidad de Washington asevera que es preciso la interacción con otras personas para el aprendizaje de fonemas y apalabras, no basta con ser sujeto pasivo. Lo cual parece más que lógico y evidente. No sirve sólo ver películas, documentales, series, dibujos…
Lo que parece indudable es la necesidad de una inmersión lingüística para el mejor desarrollo competencial en idiomas, donde el canal de comunicación entre el Maestro y el alumno sea uno: el del idioma que se quiera trasmitir, es decir, si el Maestro habla inglés, siempre hablará inglés y si el maestro habla español siempre hablará español, tanto en el aula como en cualquier área del centro educativo, esto es, patios, pasillos, zonas comunes, recreos…
Se llaman colegios bilingües – en idioma inglés por ejemplo – a aquellos en donde la enseñanza de dicho idioma, junto con las áreas que se impartan en inglés, éste ocupará al menos un tercio del horario lectivo semanal. Esas áreas que se imparten en inglés, además de la propia asignatura como tal, debe ser el área de Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural, que se impartirá en lengua inglesa con carácter obligatorio en todos los niveles de la etapa. Además, se impartirá en dicho idioma alguna o algunas de las siguientes áreas: Educación Artística, Educación Física principalmente.
Para ello el Maestro, al menos en la Comunidad de Madrid, debe obtener la habilitación correspondiente, donde se exige un nivel mínimo de C1 dentro del marco común europeo de referencia para las lenguas.
La cuestión no es baladí ¿es ese el nivel mínimo requerido para trasmitir de manera precisa un idioma? ¿por qué el colegio denominado británico sólo tiene profesores nativos prácticamente en su totalidad y apenas bilingües? Quizá sea correcto pues el termino de colegio bilingüe – en contraposición de colegio extranjero – dado que al menos en Madrid, la mayoría de los profesores en los centros públicos / concertados son bilingües habilitados, que además deben contar con auxiliares de conversación nativos. Ahí tenemos una controversia evidente. ¿No es entonces suficiente con el nivel de inglés del Maestro que es preciso ayudarle con un nativo? ¿Realmente en todos los centros concertados los profesores que hablan inglés en las áreas de conocimiento del medio (Science) y demás disciplinas están habilitados o tienen ese nivel C1 como mínimo? ¿No debería ser ese el objetivo a alcanzar en un alumno que termine segundo de Bachillerato, que tuviera cuando menos ese nivel C1? Si fuera esto así, ¿no tendría sentido entonces que el nivel del Maestro fuera al menos el C2?
Seguramente lo difícil es encontrar un nativo inglés con conocimientos de pedagogía en infantil y primaria. Lo que se halla es un Maestro que habla inglés, antes que un inglés que sepa de pedagogía. Más complejo aún, si cabe, es encontrar un proyecto bilingüe, donde no sólo la cartelería del colegio venga en dos idiomas, sino que haya realmente una inmersión lingüística en dos idiomas lo mejor posible, donde en los pasillos los docentes que impartan su asignatura en inglés, solo hablen inglés a lo largo del día escolar. Está demostrado que el niño debe sentir la necesidad de comunicarse en inglés, debe entender que ese maestro al que se dirige no le contestará en español, porque en su mente entiende que solo habla inglés. Cuando en las parejas, el padre o la madre hablan un idioma diferente, los expertos apuestan a que sea uno de ellos el que solo y siempre se dirija a sus hijos en un idioma, y que el otro lo haga en el otro, dos canales de comunicación independientes. De poco sirve » dar Science » con un libro de texto en inglés, si el idioma que impera en el aula es el español. De menos sirve estar en clase de inglés hablando español para dar inglés…
Debería ser una práctica holística a lo largo del desarrollo del alumno, más allá de la mera materia en inglés, o del número de horas semanales, el idioma puede ser una parte vertebral del proyecto curricular ¿por qué no cantar una canción en inglés? ¿usar un texto en la materia de historia en inglés? ¿utilizar como recurso un video en inglés?, etc.
Entiendo que es tremendamente complejo esta enseñanza en un país como el nuestro, en un entorno no bilingüe, pero lo que está claro es que la enseñanza de un segundo, y mejor aún tercer idioma, no sólo es una tendencia, es una necesidad imperiosa en un mundo globalizado como el de hoy.
Manejar dos idiomas aumenta la capacidad de separar dos códigos distintos (los idiomas) y de centrarse en uno, sin interferencias del otro. Este control atencional, que conduce a quedarse con lo relevante y descartar lo irrelevante, conlleva a un gran ejercicio cerebral que se muestra imprescindible ahora de tener que tomar decisiones en la vida y también para pasar de una actividad a otra sin problema alguno.
Manejar idiomas también nos hace entender mejor culturalmente al otro, nos abre perspectivas, nos posibilita acceder a una bibliografía en otros idiomas, un acceso más fácil a ese conocimiento, mas allá del placer, sin duda, de poder leer a los autores en su idioma materno, de escuchar las voces de los actores en su veraz voz.
Manejar, al menos, dos idiomas con un nivel competencial suficiente no solo abre puertas laborales, sino que es, sin duda alguna, una de las máximas competencias que deberían tener nuestros alumnos.
Posiblemente el reto sea crear un «ecosistema escolar» donde nuestros alumnos puedan desenvolverse idiomáticamente y, sobre todo, que sea posible desarrollar maestros competentes en idioma extranjero, que sean expertos no solo en el idioma sino en su pedagogía temprana.