Meses antes de finalizar la Gran Guerra y poco antes de morir, Claude Debussy le comentaba a Igor Stravinski que «(…) una nueva belleza habrá de llenar el aire cuando enmudezcan los cañones(…)». De la misma manera, en el caso de que enmudezca o temple esta pandemia, que a veces parece haber venido para quedarse, una nueva manera de educar habrá de llenar el aire. Porque lo que sí está claro es que en una situación como la actual, pone en tela de juicio, formas y maneras de educar. El paradigma es novedoso, y aún hoy desconocemos como cambiará todo y de qué manera.
Sin embargo, hay evidencias notorias que muestran que debemos replantearnos muchos de los aspectos hasta ahora comúnmente acepados:
Horarios: Si en estos prácticamente cuatro meses de confinamiento, esta nueva versión online de acercarnos a los alumnos funciona, es efectiva y válida, parece cuando menos necesario repensar un horario tipo de nueve de la mañana a cinco de la tarde, desde los tres años en adelante. Esta situación ¿demuestra que es posible hacer más con menos tiempo o distribuido de otra manera? ¿Se demuestra, por tanto, que el horario tipo tiene que ver más con la manida conciliación laboral que con la verdadera reflexión sobre qué necesita saber, conocer y aprender, y en qué distribución de tiempo, un alumno? Cavilación que parece relevante puesto que estos días se pone sobre el tapete que el teletrabajo permite de alguna manera conciliar el espacio familiar, con el ambito laboral y el educativo.
Currículo: De manera repentina y en una situación de confinamiento, aquellas actividades en demasiadas ocasiones denostadas, como el arte plástico, el musical o la actividad física entre otras; despuntan y surgen como transcendentales a la hora de afrontar una situación de esa índole. De la misma manera parece que términos como la resiliencia, mindfulness, conciencia, autoconocimiento y comprensión; cobran una importancia fundamental, en contraposición con lo que sucedía hasta ahora, que apenas contaban en los planes de estudio generales ni en los planteamientos particulares de los centros, salvo honrosas excepciones que, como tales, no dejan de ser breves apuntes de esperanza.
Pedagogía: la distancia entre el emisor y el receptor se ha hecho inmensa, aunque la tecnología nos lo trate de enmascarar. Y cuando expongo emisor/receptor, me refiero a ambos: maestro y alumno, alumno y maestro; puesto que tanto aprende uno del otro, como el otro del uno. Esta distancia, como decía, modifica la metodología y las técnicas que se aplican a la enseñanza y la educación, y en muchos casos, demuestra que no estábamos preparados para ello. La Educación virtual, hasta hoy, completaba de alguna manera la presencial, no era el foco principal, era sólo una herramienta complementaria en la mayoría de los casos. Curiosamente, aquellos sistemas que todavía cumplen a rajatabla con el modelo educativo basado en el contenido por el contenido, ofrecido a través de libros de texto o apuntes dictados a los alumnos para que estos los memoricen, sólo han cambiado de formato. El fondo sigue siendo del todo improductivo, obsoleto y por tanto agotado ya antes del coronavirus.
Brecha digital: y de pronto ya no somos analógicos. Tenemos que ser digitales. Y los centros educativos se encuentran en la disyuntiva de cómo afrontar el reto exprés de la mejor manera posible. Lo que sucede a continuación es una carrera de velocidad por decidir si Gsuite, si Teams, si Blog, kahoo, si la plataforma educativa en cuestión, Mooc, Webinar, Moodle, … sin estrategia previa, sin posibilidad de error, porque no hay tiempo: la demanda social, la del alumno, la de las familias, la de la inspección educativa, la de la consejería, la del ministerio… atoran al más resiliente Maestro. Eso sí, ponga usted los materiales, su Tablet, ordenador, su móvil, su conexión, acelere su aprendizaje, y hágalo pronto que hay que cumplir con el burocrático programa de turno. Y hágase cargo de sus alumnos, que nadie se quede atrás. ¿Y qué hacemos con aquellas familias que no tienen posibilidad de acceso a internet? ¿O tienen un dispositivo, a lo sumo dos, por familia? ¿O no tienen ninguno? Ni que decir tiene si a esto le sumamos situaciones de enfermedad por el virus, si hablamos de familias monoparentales o familias numerosas.
Evidentemente no todos los centros estaban preparados de igual manera para afrontar una situación de este tipo. Muchos de ellos ya disponían de la tecnología física y virtual, incluso de la dotación particular. Otra cuestión es si toda la plantilla no sólo tenía el conocimiento técnico de las herramientas, sino la aplicación pedagógica de las mismas.
Valgan estos tres aspcetos principales, habiendo muchos más, para al menos pensar que es posible aprender de esta situación, que es posible cambiar las cosas, porque si no, las cosas nos cambiaran a nosotros. O peor, todo seguirá igual.
Parece una oportunidad para movernos. Una oportunidad para que también aplaudamos el esfuerzo ímprobo que están llevando a cabo la mayoría de los Maestros, de los alumnos y de las familias. Ojalá las instituciones también lo hagan. Ojalá, todo esto sirva para que como decía Claude Debussy, una nueva belleza llene el aire cuando enmudezcan los cañones.